jueves, 9 de julio de 2009

JACOB

JACOB


Noche en el desierto. Cielo azul profundo. Granizado de estrellas.

Soledad acompañada solamente de soledad.

En medio de aquel arenal, Jacob y una piedra por almohada.

Para entretenerse mira el firmamento y mastica este y aquel pensamiento.

Entretanto se duerme.
Ve una escalera que llega hasta el cielo.
Ángeles suben y bajan.

¿Una escalera que toca el cielo?

Amanece y pasa el día, y luego otro día, y otro, y muchos más.

Luego, en otra noche, en otro desierto, en otra soledad, Jacob lucha con un hombre que al final resulta ser un ángel y luego se sabe que es Dios.

En la pelea Jacob le arranca a Yavé una bendición ¿Otro sueño?

¡Qué más da! Una cosa es cierta:
Jacob es soñador y también luchador.

Se las ingenia para convertirse en primogénito.
Trabaja catorce años hasta conseguir casarse con Raquel.
Y a como puede hace fortuna a pesar de los trucos de su tío Labán.

Jacob sueña, pide bendiciones a Dios –es decir, ora- y trabaja.

Soñar, orar, trabajar.

He aquí tres ingredientes en la fórmula de un luchador exitoso.

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